14 de diciembre de 2016

Cumpleaños

Tal vez podría calcularse la edad de las personas por el entusiasmo que despierta en ellas el día de su cumpleaños. Pareciera que, al margen de las notables excepciones, entre menos emociones y expectativas despierte, más años se suman a la cuenta personal. Cumplir años, entonces, es cosa seria.

No estaría mal hacerlo al revés, celebrar cada vez con más fasto y ceremonia alcanzar una cifra, casi cualquiera, inimaginable en la infancia. Cuando uno es niño el cumpleaños es el día entre los días, tal vez el más esperado del año, una fiesta en sí mismo. Una ilusión hecha de tiempo que echa a volar una alegría profunda.

Los adolescentes cuentan los años que faltan para ser adultos, para librarse de sus padres, para ser ciudadanos, para ejercer a plenitud sus derechos, para al fin empezar a vivir su vida. Luego, cuando terminan sus fabulosos veinte, algunos entran en pánico al cumplir los treinta, meta invisible, fecha límite para haber alcanzado algunos de los objetivos de su vida. Algunas mujeres si cruzan esa edad que juzgan crítica sin haberse casado o emparejado, pueden sufrir trastornos en su autoestima. Otros los padecen si no se han hecho famosos o millonarios.

Las primeras canas y las primeras arrugas suelen ser motivos de serias preocupaciones y soliloquios. Aceptar que uno no está en condiciones de andar por el mundo después de una noche de fiesta, de excesos, puede ser el primer paso a eso que los padres llamaban sentar cabeza o el camino a la madurez. Luego sigue la edad de la sabiduría, de la mirada serena, del aprendizaje a revalorar lo que a cada instante da la vida. Luego vendrán los cumpleaños que atestiguarán la lenta decadencia.

Virginia Woolf, Carlos Fuentes, Kate Morton, Neil Gaiman, César Aira, y Mario Benedetti, entre otros, han visto en el cumpleaños un motivo literario. Algunos encuentran en su cumpleaños el motivo para un viaje, para una gran fiesta, para pedir un gran regalo, o para darse a sí mismos ese lujo tan esperado. El cumpleaños puede ser la ocasión perfecta para un anuncio trascendente, la fecha propicia para emprender aquel negocio o aventura y renunciar por fin a ese empleo agobiante.

El cumpleaños es el día del ego y el yo, el día intransferible de recibir abrazos, de reunirse con la familia y los amigos. Es ocasión propicia para estrenar ropa, para ir a un restaurante, para abrir una botella de vino añejo. Es el día perfecto para recordar a alguien, para llamarlo o escribirle después de no hacerlo en mucho tiempo. El exacto justo y preciso para recordar a los que ya no cumplen años.

Y el día pasa, la fecha pasa, como pasan todos los días y todas las fechas. Destacar un día entre los días es una forma vana de asir ese tiempo, de recordar que se abre un ciclo personal (la madre debería estar incluida: es coprotagonista de cada nacimiento) y se renuevan las ilusiones y proyectos. El año nuevo de cada quien es el momento correcto para intentar enmendar la propia vida, aunque casi siempre sea en vano, como sabía Kavafis,

Casi todo el mundo se encuentra muy satisfecha con el día en que ha nacido. Debe ser uno de los pocos hechos que no es fuente de penas y conflictos. Le gusta la fecha, el día de la semana, el mes, sin olvidar la hora, el año y aun el signo del zodiaco. Y se atribuyen de nacimiento temperamentos invernales o estivales según la estación que les ha tocado.

Celebrar el cumpleaños, al margen del pastel, las velitas y "Happy Birthday", es festejar que se ha venido al mundo, justo lo contrario de lo que Cioran llamaba el inconveniente de haber nacido. Recordar el cumpleaños es saber que el número de años es finito, y que casi nadie (salvo los suicidas que programen el fin a largo plazo) sabe cuál será el último. La vida no es una carrera de resistencia, aunque no descarto que alguien adopte la expresión.

Como la vida no tiene sentido en sí misma, la vida es lo que cada quien elija que sea, y por lo tanto también el cumpleaños, aunque cada vez queda más lejos la ilusión que nos arrebataba en la infancia al cumplir años. El culto a la juventud nos lleva a pensar que en materia de años, entre menos se tengan, mejor. En cualquier caso, vale la pena el rito, recordar el aniversario de haber venido al mundo, y seguir aquí.